Una chica, con su teléfono móvil.

Investigadores de las Universidades de SevillaCórdoba Jaén han confirmado que el hecho de compartir mensajes, imágenes o vídeos íntimos no supone en sí mismo la causa de un impacto emocional negativo en los adolescentes. Además, la búsqueda de protagonismo dentro del grupo hace que vean en esta práctica un medio para sobresalir y así lograr prestigio y aceptación.

En la literatura científica no existe un consenso sobre si esta práctica supone un riesgo en sí misma. Por un lado, están aquellos investigadores que defienden la libertad de expresión sexual de los adolescentes a través de internet y sólo ven el riesgo de su rápida y generalizada difusión. Por otro, los que han concluido que esta práctica puede afectar a la salud física y psicológica de los adolescentes y desencadenar depresión o incluso ideación suicida.

Con la intención de profundizar en esta discusión, los investigadores plantearon este estudio en el que se evaluó el potencial impacto emocional que esta práctica puede producir en adolescentes y si la necesidad de popularidad tiene algún tipo de relevancia en este fenómeno. Además, en el artículo ‘Sexting Among Adolescents: The Emotional Impact and Influence of the Need for Popularity’ publicado en la revista Frontiers in Psychology los expertos analizan las relaciones observadas según el género, siendo el impacto emocional similar en chicos y chicas.

Mensajes de mí para ti

En el trabajo, los expertos diferencian, por un lado, lo que llaman ‘sexting primario’ en el que los mensajes sexuales son enviados normalmente de manera acordada entre dos menores, pero no los comparten con nadie más. Por otro, el secundario, en el que alguien intercambia un mensaje, que normalmente no es consensuado, y se reenvía a más destinatarios. Este último puede conllevar un mayor impacto emocional en el protagonista del material sexual, según los investigadores.

A este respecto, los expertos apuntan que no existen diferencias entre chicos y chicas, tanto en las emociones que viven en el momento de participar en el intercambio, como en la necesidad de popularidad y motivación para compartir estos archivos.

Sin embargo, las chicas sienten más depresión y enfado ante el secundario, es decir, en los casos en los que se reenvía o se recibe contenido sexual de terceras personas.

La popularidad como meta

De los 2.356 estudiantes andaluces entre 11 y 18 años que han participado en el estudio, 263 habían intercambiado con sus parejas mensajes de este tipo. Sin embargo, 621 habían reenviado o recibido reenvíos de mensajes, imágenes o vídeos de otros menores. En ambos casos, los chicos superan a las chicas.

Además de las características sociodemográficas, la edad y el género de los participantes en el estudio, se contó con un cuestionario de 18 ítems que evalúa el impacto emocional que esta práctica produce en los adolescentes y que contempla tres tipos de impacto emocional. Por un lado, activo, que incluye varios aspectos como enérgico o satisfecho. En segundo lugar, deprimido, con determinantes como culpable, avergonzado o preocupado. Por último, molesto, que destaca calificativos del tipo enojado o enfurecido. Además, los escolares debían valorar cada emoción indicando en qué medida la han experimentando, desde 0 (nada) a 4 (mucho).

Para evaluar la necesidad de popularidad, utilizaron la ‘Escala de necesidad de popularidad’ de Santor. Este instrumento consta de 12 afirmaciones que deben valorar en una escala de 5 puntos, donde 0 es completamente en desacuerdo y 4 completamente de acuerdo. Su objetivo es comprender si realizan comportamientos percibidos como populares entre los compañeros, utilizando frases del tipo ‘En ocasiones, he cambiado la forma en que me visto para ser más popular’.

El estudio se ha financiado a través de los proyectos ‘Prevención de la Violencia Interpersonal en la Adolescencia: una Nueva Generación de Intervenciones Basadas en la Evidencia’ y ‘Sexting, Ciberbullying y Riesgos Emergentes en la Red: Claves para su Comprensión y Respuesta Educativa’ del Ministerio de Economía y Empresa.

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Fuente: Fundación Descubre.
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