Investigadora del grupo extrae muestras.

Un grupo de investigación de la Universidad de Jaén utiliza diversas metodologías científicas para analizar la funcionalidad del suelo respecto al suministro de nutrientes para las plantas. Tradicionalmente, la fertilidad del suelo se ha estudiado desde el punto de vista de la Química agrícola pero los avances científicos en Bioquímica, Biología Molecular y Microbiología permiten ahora analizar cuestiones que antes pasaban desapercibidas. Y es que bajo tierra habita una incontable legión de microorganismos que desempeña distintas actividades biológicas que mantienen al suelo en funcionamiento.

El grupo de la UJA Ecología Forestal y Dinámica del Paisaje analiza estas actividades e investiga cómo favorecer la potenciación en los suelos cultivables de este valioso pero gratuito servicio ecosistémico. “El suelo es en sí un ecosistema”, explica el director del equipo José Antonio Carreira de la Fuente, quien añade que normalmente se estudiaba el suelo desde el punto de vista de su aptitud agraria, esto es, su potencial para el cultivo y la producción agrícola. Pero gracias a estas técnicas se pueden considerar aspectos ambientales de la capacidad del suelo, como por ejemplo la degradación que sufre por las prácticas agrarias o por el desgaste y la erosión. El objetivo es usar este conocimiento para plantear tratamientos y técnicas que favorezcan la calidad y la funcionalidad ecológica del suelo.

“En la práctica el suelo no es un recurso renovable; si un suelo se degrada necesita mucho tiempo, siglos e incluso milenios, para que vuelva a formarse un suelo equivalente al que había antes de la degradación”, subraya el experto de la UJA, que explica que la erosión y el desgate temporal son el peor enemigo de los suelos. Por ello es importante controlar el estado de los suelos y aprovechar sus posibilidades sin causar en ellos un impacto ambiental que los destruya a largo plazo.

Así, el grupo de la UJA analiza diversas actividades microbiológicas que se producen en el suelo para conocer el suministro de nutrientes que se genera, el nivel de toxicidad o de contaminación que tiene y otros parámetros igualmente importantes. Dichas actividades consisten básicamente en las interacciones que se producen entre los organismos que habitan en el suelo y el medio en el que viven. Por ejemplo analizan la actividad de ciertas enzimas que descomponen la materia orgánica, la mineralizan y la devuelven convertida en nutrientes que son muy útiles para la vegetación.

José Antonio Carreira destaca que dichas enzimas son magníficos bioindicadores para saber qué posibilidades tiene cada entorno, qué tratamiento necesita o que combinación de fertilizantes es la más adecuada… El trabajo del equipo se centra especialmente en los suelos del olivar, al que el experto considera un cultivo con poco requerimiento. “El olivo es un árbol que se ha acostumbrado a coger poco, y a lo poco que coge reciclarlo interiormente para aprovecharlo al máximo… pero todo tiene un límite”, señala. Una razón más para mimar y cuidar los suelos en los que se cultivan olivares.

Autor: Gabinete de Comunicación de la UJA (G.P.C.)

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