Las profesoras de Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Jaén, María Hernández Padilla y María Luisa Grande Gascón, recuerdan la importancia de sensibilizar a la población en la lucha contra la ablación o mutilación genital femenina, en el Día Mundial contra la Mutilación Genital Femenina, el pasado 6 de febrero.

Hernández Padilla, autora del proyecto de investigación Intervención sobre la mutilación genital femenina (MGF) a través del trabajo con mujeres lideresas en movimientos asociativos de Mali, indicó que es una práctica tradicional “todavía presente y en auge”, a la vez que recordó que tiene “una incuestionable dimensión global”. Por ello, destacó la creación de redes de mujeres con objetivos comunes por la equidad en un marco de trabajo por los Derechos Humanos es fundamental, “como también lo es el esfuerzo de distintas administraciones públicas en la financiación de proyectos de cooperación e investigación”, como el proyecto desarrollado en Mali (2010) a instancias de la Universidad de Jaén, o el desarrollado en Andalucía (2010) a instancias de la Junta de Andalucía.

La ablación o mutilación genital femenina (A/MGF) es un procedimiento de escisión sobre el cuerpo de la mujer, que incluye “una amplia variedad de prácticas que suponen la extirpación total o parcial de los genitales externos o su alteración por razones que no son de índole médica”, señala un estudio de 2005 de Unicef 2005, muchas veces realizado con instrumentos rudimentarios y no esterilizados, que dan lugar a serias complicaciones en el estado de salud de las mujeres, problemas a menudo cronificados que comprometen seriamente su salud y la de sus hijos e hijas, pero también la de sus comunidades de origen y el futuro desarrollo de su país (PNUD 2010).

En su Informe Les femmes et la Santé (OMS 2009), la Organización Mundial de la Salud (OMS) pone de relieve que la práctica de MGF sigue siendo una realidad en el mundo. Concretamente en África 92.5 millones de mujeres de más de 10 años viven con secuelas de la MGF, de las cuales 12.5 millones tienen entre 10 y 14 años. Aunque existen muchas lagunas en la información y los datos sobre la A/MGF, la OMS advierte que la MGF no solo no se está abandonando sino que viene ganando terreno en los últimos años a costa de ser practicada por los propios profesionales de la salud.

Asimismo advierte que la edad media a la que se practica ha disminuido y que la proporción de niñas que sobreviven a la práctica antes de los cinco años ha aumentado, lo que constituye un potente argumento en el que se refuerza. De todas las regiones del mundo, África y Oriente Medio son regiones cuya tradición contempla la práctica de MGF. Pero de acuerdo con Unicef (2005), lejos de ser un problema regional este es un problema global, pues se extiende no solo a dichas regiones sino a todas las comunidades inmigrantes alrededor del mundo. La fuerza cultural de dicha práctica le viene del hecho de que la MGF conforma un sentido importante de la identidad cultural de género de las niñas y mujeres. El sentido de orgullo ante la mayoría de edad y el sentido de pertenencia a una comunidad es alcanzado culturalmente así cuando dichas mujeres son mutiladas. Por otra parte, el rechazo y la discriminación a las que son sometidas las chicas y sus familias y la pérdida de estatus social de la familia consecuente a la decisión de no mutilar, son una fuerza disuasoria más que suficiente para cumplir con el ritual, conformando así parte de las expectativas sociales.

El reciente Informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano (NN.UU. 2009) nos sitúa en un contexto desde el que es posible entender mejor los condicionantes socioculturales de la práctica de la A/MGF. El Informe pone de relieve que, a pesar de los grandes avances habidos en los últimos años, siguen existiendo grandes desigualdades en salud, riqueza y educación entre los distintos países del mundo. Así, mientras la tasa de alfabetización en las mujeres malienses es del 18.2%, la tasa para las mujeres españolas (por ejemplo) roza el 98%, diferencias definitivas si consideramos la influencia positiva que tiene la alfabetización y la educación en la búsqueda de las mejores condiciones de salud de las mujeres para sí mismas.

El Informe de 2010 proporciona datos más precisos (PNUD 2010). En dicho Informe se constata que el nivel de desarrollo de un país está directamente relacionado con el nivel de equidad presente en el mismo. Así, las pérdidas en desarrollo humano debido a la desigualdad son más altas en África Subsahariana y “la reducción de la desigualdad, tanto en la población en su conjunto como entre géneros y otros grupos sociales, puede mejorar los resultados generales en salud, educación y crecimiento económico (PNUD 2010: 80)”. Los indicadores de desarrollo no dejan lugar a dudas: mientras España se sitúa en el grupo de países con IDH muy alto (IDH España= 0.863) en el puesto 20, Mali se sitúa en el grupo de países con IDH bajo (IDH Mali= 0.309) en el puesto 160. Más expresivos son otros indicadores aportados por el Informe como el IDH ajustado por Desigualdad (IDH-D) y el Índice de Desigualdad de Género (IDG). El IDH-D supone una pérdida global de desarrollo en Mali del 38’3% (frente a España cuyo porcentaje de pérdida en este mismo concepto es del 9’7%).

Por su parte, la salud reproductiva es la que más contribuye a la desigualdad de género y a pérdidas en desarrollo humano y esto es importante porque la Región de África Subsahariana es la de menor nivel de desarrollo debido a las desigualdades de género derivadas de problemas en la salud reproductiva (99%) (PNUD 2010: 115). Así, el Índice de Desigualdad de Género (IDG) y algunos de sus componentes como la tasa de mortalidad mater