El investigador de la UJA, Ángel Galán.

El despliegue de las Tecnologías de Emisiones Negativas (NET) se ha convertido en una herramienta fundamental para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, que establece un marco global de lucha contra el cambio climático. El uso de estas soluciones tecnológicas no solo contribuirá a la acción climática (Objetivo de desarrollo sostenible ODS13) y la sostenibilidad del planeta, sino que también beneficia la salud humana (ODS3 Buena salud y bienestar). Esta es la conclusión a la que ha llegado el estudio ‘Implicaciones para la salud humana y planetaria de las tecnologías de emisiones negativas’, publicado recientemente por la prestigiosa revista científica Nature Communications y que ha contado con la colaboración de Ángel Galán Martín, investigador del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias de la Tierra, Energía y Medio Ambiente (CEACTEMA) de la Universidad de Jaén (UJA).

Galán Martín afirma que el despliegue NET debe hacerse minimizando el riesgo de daño a la biodiversidad (ODS15 Vida en la tierra) y al ciclo del agua (ODS 6 Agua limpia y saneamiento) y todo ello operando dentro de los límites planetarios, “preservando, así, la salud de nuestro planeta”. Asimismo, mantiene que los beneficios para la salud humana y del planeta de las tecnologías de emisiones negativas son “enormes y los resultados de nuestro trabajo pueden incentivar su despliegue a gran escala garantizado prácticas respetuosas y sostenibles”.

“Nuestro trabajo analiza las implicaciones para la salud humana y la salud del planeta del despliegue masivo de dos tecnologías de emisiones negativas claves, que jugarán un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático”, apunta el investigador de la UJA. La primera tecnología es la ‘Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono’ (BECCS por sus siglas en inglés de Bioenergywithcarbon capture and storage) y la otra es la ‘Captura directa del aire’ (DACCS del inglés Direct air carbon capture and storage).

Para entender en qué consisten estas tecnologías, BECCS es, por ejemplo, producir electricidad quemando restos vegetales (biomasa) que capturaron CO2 por fotosíntesis durante su crecimiento, donde el CO2 liberado durante la combustión se captura con compuestos químicos y posteriormente se transporta y se almacena de forma permanente en el subsuelo. DACCS, en cambio, es un proceso tecnológico que filtra el aire por medio de grandes ventiladores y el CO2 que contiene separado y capturado mediante reacciones químicas y finalmente almacenado. “Lo interesante de ambas tecnologías es que permiten alcanzar un balance negativo de CO2 al absorberse más CO2 del que se emite, es decir, básicamente ayudan a retirar CO2 de la atmósfera”, sostiene Galán Martín.

Este estudio analiza 16 escenarios, que consideran distintas configuraciones de esas dos tecnologías. Por ejemplo, el empleo de diferentes tipos de biomasas como materia prima para BECCS, diferentes fuentes para satisfacer sus requerimientos energéticos de los procesos (energía eólica, solar, gas natural, etc) y distintos tipos de almacenamiento de CO2. Además de analizar dos escenarios en los que BECCS se emplea para dar la energía necesaria para que funcione DACCS.

Con respecto a las implicaciones para la salud humana, el estudio demuestra que el desarrollo de BECCS y DACCS podría evitar importantes daños a la salud humana (medidos en número de años perdidos con plena salud debidos a enfermedades, discapacidad o muertes prematuras). Esto se debe a que existe una relación causa-efecto entre el cambio climático y daños a la salud humana debido a impactos directos e indirectos del tipo malnutrición, malaria, inundaciones costeras, diarreas y estrés por calor. Por lo tanto, mediante la eliminación de CO2 de la atmósfera se podrían evitar graves consecuencias para la salud humana.

En este sentido, el investigador de la UJA asegura que los riesgos de daños a la salud humana relacionados con el cambio climático (y por lo tanto también los beneficios derivados de eliminar CO2 atmosférico y prevenir el cambio climático) varían de una región a otra, con zonas más vulnerables al cambio climático y mayores riegos para la salud. Las regiones más beneficiadas por el despliegue de BECCS y DACCS (debido al daño a la salud humana que se evitaría) serían el África subsahariana y Asia. En ambas regiones se evitaría un mayor deterioro en la productividad de cultivos y, por ende, la malnutrición y también se prevendría el riesgo de malaria (evitando elevadas temperaturas y lluvias) e inundaciones costeras”.

En cuanto a las implicaciones de desplegar BECCS y DACCS para la salud de la Tierra, el investigador de la UJA aclara que la estabilidad y resiliencia de la Tierra está definida por nueve procesos clave para los cuales se han establecido unos límites planetarios que en caso de ser superados pueden llevarnos a una situación irreversible. “Cinco de ellos ya los hemos superado, entre los cuales se encuentra por ejemplo el cambio climático y la pérdida de integridad de la biosfera. Nuestros resultados demuestran que el despliegue a gran escala de las tecnologías de emisiones negativas (BECCS, DACCS y su combinación) pueden contribuir significativamente a evitar el cambio climático en un futuro y la acidificación de océanos, llevando el planeta a operar por debajo de los límites seguros”. Sin embargo, BECCS puede producir daños irreparables a la integridad de la biosfera terrestre (biodiversidad), así como alterar el ciclo del nitrógeno y del agua sobre todo si se emplean cultivos energéticos debido a los requerimientos de fertilizantes y riego. “En este sentido, la tecnología DACCS parece estar mejor posicionada en cuanto a desafiar los límites planetarios”, concluye.                                                                                                                              

El estudio publicado en la revista “Nature” es el resultado de un trabajo en el que han participado tres universidades europeas: la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (Suiza), la Universidad de Jaén (UJA) y la Universidad Radboud de Nimega (Países Bajos).

Autor
Gabinete de Comunicación de la UJA
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