Inauguración de la muestra.

La Sala de Exposiciones Centro de la Universidad de Jaén acoge hasta el 29 de mayo la exposición retrospectiva ‘Joan Brotat, La lucha por la inocencia, 1946-1966’, organizada conjuntamente por el Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Jaén, el Museo Abelló de Mollet del Vallés y el Museo de Valls, centrada en los primeros veinte años de práctica artística del pintor, lo más fructíferos de su larga trayectoria.

La muestra pudo verse por primera vez en el Palau Moja de Barcelona en octubre del pasado año, y tras haber estado expuesta también en el Museo de Valls y en el Museo Abelló de Mollet del Vallés llega ahora a Jaén. En la misma, la Universidad de Jaén ha asumido un papel relevante, no sólo colaborando en su organización sino también cediendo para la misma la obra Campesino (Joan Brotat, 1955), óleo sobre lienzo donado a la Fundación Cesáreo Rodríguez-Aguilera de la Universidad de Jaén.

Las tres instituciones están vinculadas al pintor en diversos grados, al conservar piezas del artista en sus colecciones: en la Universidad de Jaén gracias a la donación de Cesáreo Rodríguez-Aguilera, uno de los críticos que más trabajó para difundir la obra del pintor; en Mollet del Vallès, por el interés que Brotat suscitó en el pintor Joan Abelló; y en Valls, por la apuesta del museo por los pintores de posguerra.


Una vista de la exposición.

Una vista de la exposición.

La exposición, comisionada por el crítico de arte Alex Mitrani, pretende recuperar la obra de este pintor demasiado olvidado para volverlo a hacer visible, al tiempo que desea reivindicarlo como uno de los artistas más singulares de la segunda mitad de siglo XX en España.

Injustamente olvidado, Joan Brotat (Barcelona, 1923-1990) fue uno de los artistas más originales y celebrados de la reanudación de la modernidad en los años de la posguerra en Cataluña. Introvertido y meticuloso, creó una obra plena de intensidad y emoción, heredada del sentimiento trascendente del románico y de los valores humildes del trabajo artesanal. Con el apoyo de personalidades como Josep María de Sucre, Eugenio D’Ors o Cesáreo Rodríguez-Aguilera, durante la década de los años cincuenta elaboró una poética muy singular, con un sentido de vanguardia y de intimidad. En unas condiciones nada favorables, Brotat demostró un atrevimiento creativo y una determinación que adquieren en la actualidad un carácter casi heroico.

Ámbitos

La muestra que puede verse en la Sala Centro de la UJA gira en torno a tres ámbitos: Beber de la fuente primera, donde se evoca la procedencia del artista de una familia humilde y la dura experiencia de la participación en la Guerra Civil y una posguerra muy dura económica y moralmente, años que marcaron a Brotat con una intensa amargura y donde sus exploraciones lo llevan a una figuración primitiva, ruda y elemental, casi brutalista en algunos momentos; La vida soñada, donde se refleja el hecho de cómo Brotat define a partir de 1950 una poética y un estilo personales e inconfundibles, pareciendo construir un mundo hecho de ternura y de serenidad, habitado por seres afables y felices, modestos y trabajadores; Penetrar en la cueva, que conduce al visitante a una atmósfera que cambia y los cuadros evocan lo nocturno donde Brotat explora las aportaciones de la abstracción informalista, coincidiendo con sus viajes a París, en 1958 y 1959.


Otra vista de la exposición.

Otra vista de la exposición.

José Ángel Marín, director del Secretariado de Fundaciones Culturales de la UJA, explica que con esta exposición “se puede redescubrir al artista que desde su modestia tuvo el atrevimiento de crear un obra libre e intensa, y que puso su grano de arena en la aventura de la difícil recuperación de la modernidad artística durante la postguerra española”.

“Creo que la potencia estética funcional, eficaz y emocionante de Brotat destila una poética singular, tierna y trascendente, ingenua y profunda, arcaica y moderna. La suya es una obra que mira hacia la verdad, que busca la intensidad. Brotat goza del color, la línea, la composición, pero al mismo tiempo se centra en la narración y el símbolo. Relata e imagina un mundo soñado. A los gestos de modernidad les otorga un valor expresivo dirigido a sublimar un anhelo de reconciliación y que no esconde un sentido trágico de la vida: la necesidad de amar el mundo y el dolor de vivir en él”, explicó José Ángel Marín en la inauguración, que corrió a cargo de la Vicerrectora de Extensión Universitaria, Ana Mª Ortiz Colón.

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