Un equipo de investigación de la Universidad de Jaén ha confirmado que los olivos cultivados de secano contribuyen más a la mitigación del cambio climático que los que usan sistema de riego. El olivar de secano cultivado de forma tradicional tomó netamente más CO2 que el de regadío, y que el intensivo, modalidad cada vez más habitual en Andalucía. En un análisis de la producción de aceite de oliva virgen desde el cultivo de la aceituna hasta su extracción, observaron que las actividades de la fase agraria son las responsables del 76% del impacto ambiental relacionado con el cambio climático.
El impacto ambiental se evalúa sobre diferentes categorías. Concretamente, en la de cambio climático, se computan las emisiones de diferentes gases de efecto invernadero, mientras que el balance y la huella de carbono miden la diferencia de lo captado y lo emitido en términos de carbono y CO2, respectivamente. Se trata de un cálculo utilizado para identificar qué actividades y prácticas de manejo del olivar se pueden mejorar para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, contribuir a mitigar el cambio climático.
Los expertos analizaron la huella de carbono en las fases agraria e industrial de la producción de aceite de oliva en 4 fincas andaluzas de cultivo tradicional de secano, 4 de cultivo tradicional de regadío y 3 de cultivo intensivo. “Los datos fueron concluyentes y la primera opción permite que se retiren de la atmósfera de 5,5 kilos de CO2 equivalente por cada kilo de aceite finalmente producido; en el caso de cultivo de regadío, ese valor desciende a 4,3; y la modalidad intensiva permite capturar hasta 2,7 kilos de CO2 equivalente por uno de aceite”, responde el investigador Lázuli Fernández Lobato, el principal autor del estudio ‘Life cycle assessment, C footprint and carbon balance of virgin olive oils production from traditional and intensive olive groves in southern Spain’, publicado en la revista Journal of Environmental Management.
El equipo investigador aplicó el Análisis del Ciclo de Vida (ACV, o LCA en inglés) como método que cuantifica los impactos ambientales potenciales de un producto o servicio en su ciclo de vida. Así, analizaron la incidencia de 1 kilo de aceite de oliva virgen. Como promedio, la fase de cultivo representó el 76,3% del impacto ambiental en la categoría de cambio climático. “Para reducir el impacto de la producción de aceites de oliva vírgenes, la mayor parte de los esfuerzos deben realizarse especialmente en la fase agrícola”, indica Fernández Lobato.
Los impactos ambientales asociados al olivar intensivo fueron los más altos generalmente, debido sobre todo a la aplicación de fertilizantes nitrogenados, productos fitosanitarios y herbicidas. “La aplicación de abonos orgánicos y facilitar cultivos de cobertura espontáneos temporales logran un balance de carbono positivo y reducen los impactos negativos del cultivo del olivo”, considera el investigador.
Energía y residuos
La retención de carbono se produce por la captación por el olivo de CO2 de la atmósfera, del que una porción se queda formando parte de las estructuras permanentes del árbol en forma de carbono orgánico o se acumula en el suelo con los restos de poda si estos se trituran y se depositan sobre el suelo. El estudio computa el impacto ambiental por el empleo de productos y energía en las fases agraria e industrial. También incluye el tratamiento de los residuos derivados de los procesos realizados hasta que el aceite ha sido finalmente extraído.
El impacto ambiental estudiado en la producción de aceite se ha abordado en diferentes categorías de impacto ambiental. “En esta ocasión, la más relevante es la de cambio climático, que cuantifica las emisiones de gases de efecto invernadero”, añade el experto.
El estudio se ha desarrollado durante tres años para los tipos de cultivo más representativos del área geográfica de mayor producción y especialización en aceite de oliva a nivel mundial, Andalucía. Se enmarca en el proyecto internacional Oliven (Opportunities for olive oil value chain enhancement through the by-products valorization), coordinado por la Universidad de Jaén, que se ha desarrollado para establecer el impacto medioambiental de las cadenas más representativas de producción de aceite de oliva de España, Túnez y Turquía, así como la valorización de subproductos del sector. El siguiente paso del proyecto consistirá en establecer la reducción del impacto ambiental y las ventajas económicas que podrían producirse por el empleo de la gasificación de la biomasa generada en el sector del olivar. La financiación ha provenido a través de ARIMNet2 (ERANET) y la Agencia Estatal de Investigación con fondos de la Unión Europea.